A MI AMIGA MARISA que sé, nos visita de vez en cuando.
Estos días ando liada restaurando una cómoda (vieja, no antigua) y
vienen a mi memoria recuerdos de un curso de restauración que hice junto a mi
amiga Marisa. Yo hacía mis pinitos en estos menesteres como dios me daba a
entender y ella me animo a que siguiéramos el curso. La verdad que nos fue bien
En aquel tiempo andábamos las dos (ella más que yo) buscando antigüedades o
muebles viejos, pues para antiguos no nos daba el presupuesto. Nos lo pasábamos
bien, no solamente en el curso también en otros muchos momentos.
Hace unos diez años las dos vivíamos en una de las islas pequeñas
de las Baleares, y gozábamos de mucha tranquilidad, circunstancia esta, que al
principio no llevábamos bien, sobre todo cuando vienes de una ciudad más
grande. Yo me acostumbre más o menos pronto, entre otras cosas porque yo no era
la primera vez que me movía de lugar para vivir un tiempo largo, y esto supongo
me facilito el echar raíces.
A Marisa le van las ciudades grandes, el bullicio, las compras en
grandes tiendas y almacenes, y estar entre la familia el mayor tiempo posibles.
Es de las que huelen el humo de un autobús y se va detrás de él. Con estos
antecedentes, las visitas a la ciudad Condal durante el año tenían y tienen que
ser asiduas, una forma de cargar pilas para seguir con buen ánimo. Ella sigue
viviendo en la isla pequeña, y yo me encuentro en Palma. Esto no es Barcelona
pero suficiente para que me maree el bullicio los grandes almacenes y los
atascos de tráfico. Somos diferentes en muchas cosas, pero siempre nos hemos
llevado bien, sobre todo porque es buenísima persona, tanto que en ocasiones
peca de inocente, (no hace mucho me dijo que había madurado, reímos…) pero
divertida, con un sentido del humor a veces sin límites. A pesar de conocerla
como la conozco ¡Me las ha hecho de todas maneras y formas! Lo que demuestra
que la inocente soy yo.
Cuando las dos andábamos con un par de niños colgados de la falda,
en muchos momentos agobiadas, pues no teníamos familia al lado, esperábamos el
fin de semana con anhelo para que nuestros maridos pudieran estar con ellos,
aunque fuera un momento. Esto Marisa no lo conseguía siempre, nos partíamos de
risa ver como su marido, no hacía vida de ellos. En uno de estos momentos de
agobio de niños, principio de primavera, y seguramente hacía tiempo que no se
paseaba por Barcelona, (bajón total) se presento en mi casa de improviso.
Cuando la vi llegar sin niños… riendo le pregunte, que hacia sin ellos. - Mira
Mari; no puedo más, se los he dejado a Tito y me da igual si piden por mí, tú y
yo nos vamos al centro de jardinería a comprar plantas, que empieza la
primavera y hay que poner los jardines guapos. Allá que nos fuimos, no sin
antes ponerle unos cuantos impedimentos en contra, como que el centro de
jardinería estaba a unos treinta kilómetros (esto en una isla pequeña es mucho
para recorrer) y que su marido no tardaría en llamar, arañado por los niños.
Llegamos al centro de jardinería… Marisa tenía otra cara, estas
pequeñas cosas le aliviaban el ánimo, pero en el fondo estaba inquieta y yo era
la persona más cercana para pagar el pato con una de sus bromas, imprevista
incluso para ella. Era una de las formas que tenía de relajar los nervios.
Cuando llevábamos un ratito recorriendo pasillos, nos topamos con un empleado
que no tendría ni dieciocho años, y mi amiga lo cogió por banda con su habitual
verborrea sobre plantas y jardines, así en compañía seguimos recorriendo
pasillos. Yo tenía la impresión de que no existía, en todo caso era una sombra.
En un momento dado yo abrí la boca para hacer un comentario sobre una planta,
pero el comentario era casi más para mí, que para ellos, pues estaba casi
segura que no me escuchaban, ¡pero sí! Mi amiga paró en seco sus explicaciones
al joven, me miro, y se puso a reír a carcajada, (risa rara me dije…) paró me
miro, miro al chico y le dijo: No
nos hagas mucho caso, acabamos de salir del manicomio y el médico nos ha
mandado como terapia comprar flores-. Si me pinchan no me sacan sangre! El
chico dirigió la mirada de ella hacia mí y de mí hacia ella, yo hice lo mismo y
en una de estas miradas que me dirigió le dije: no le hagas caso está de
broma-. El chico sin
duda abrumado por la situación me contesto: No,
no, si a mí me da igual. ¡Se
lo había creído!
Me di media vuelta y enfile la puerta de salida hacia el coche, ¡lástima!
Habíamos ido en su coche, de lo contrario la dejo allí por un rato. No tardo en
venir detrás de mí, y desde la puerta misma, levantando la voz me dice.- Mari no te habrás
enfadado? Le dije… No… No te he estrangulado,
porque entonces sí, que iban a pensar que estamos locas.
A Marisa le duro la risa buena parte del camino de regreso, Yo tarde en reaccionar.
A Marisa le duro la risa buena parte del camino de regreso, Yo tarde en reaccionar.
Después nos hemos reído muchas veces con esta historia, y otras
muchas. Éramos jóvenes, yo andaba por los tai tantos ella unos cuantos menos.
Sí, Marisa, hemos madurado. Ahora las locuras desatadas para nuestros hijos.
Echo de menos la isla y los amigos…Te quiero Mariseta! Y me debes
una. ¡Ah! No se me ha olvidado que tengo que hacer algo para ti. Un poco de
paciencia. Nunca es tarde si la dicha es buena.
Besotes. MARI
Son importantes los amigos y las anécdotas vividas con ellos a veces son únicas.Me imagino al pobre chaval comentando el hecho en el bar, con sus amigos, por la tarde:
ResponderEliminarNo veas, noi, hoy me han "asaltao" un par de "abuelas" que estaban como una chota...
Pero que os quiten lo bailao.
Son importantes los amigos y las anécdotas vividas con ellos a veces son únicas.Me imagino al pobre chaval comentando el hecho en el bar, con sus amigos, por la tarde:
ResponderEliminarNo veas, noi, hoy me han "asaltao" un par de "abuelas" que estaban como una chota...
Pero que os quiten lo bailao.
Ay!! Manuel, en aquel tiempo eramos unas jovencítas de apenas treinta años, nos comíamos el mundo!!
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