Mientras jugamos a hacer jabón, y
más tarde lavajeába con un trapo sucio y el jabón, observábamos con orgullo las burbujas o bálago
que salía frotando el trapo bien fuerte entre las manos, imitando la forma de hacer de nuestra madre.
Al mismo tiempo que notábamos la eficacia del mismo, revolearon recuerdos vividos en casa
alrededor del cantón de jabón.
En tiempos pasados, como muchas
otras cosas en la economía familiar, el jabón tenía un papel fundamental hasta
que llegó el jabón en polvo. Hasta ese momento el jabón se hacía en casa con
los restos de grasa de las matanzas, así era sobre todo en castilla, no de
igual forma en el sur de España, Andalucía, donde los restos de la fabricación
del aceite de oliva se utilizaba para hacer el jabón que en Europa se conocía
por su buena calidad y al que hacían
llamar jabón de castilla.
No recuerdo con exactitud si en
casa el jabón se hacia una o dos veces al año… Lo que sí recuerdo es el barreño
enorme de zinc que se utilizaba para hacerlo y la montaña de cantones de jabón
apilados en el cuarto con ese olor especial que irremediablemente lo
asociábamos a limpio.
Entrar allí e inspirar ya parecías salir limpia de arriba
abajo, claro que estas eran mis sensaciones, las de una niña que lo más que le
tocó era eso, jugar con la pila de
jabones y en alguna ocasión utilizarlo para el aseo pues, cuando se quedaba
chiquito pasaba al palanganero para
terminar de aprovecharlo en el aseo personal.
Nuestras madres y en mi caso las
hermanas mayores les tocó vivir la cruda realidad de lo que implicaba lavar a
mano frotando el jabón contra la ropa sobre un lavadero de madera, apoyado en
el mejor de los casos sobre un barreño o
una pila de piedra y, en el peor cargar con ropa lavadero y tajuela y marchar
al rio o, charca.
Imágenes recogidas de http://artesaniademadera.blogspot.com.es/2011/11/objetos-rusticos-lavadero-de-madera.html
Tajuela, para arrodillarse delante del lavadero de madera.
Todo esto puede sonar romántico
si no fuera porque los Riachuelos y charcas en invierno se cubrían de una capa de hielo
que había que romper para poder lavar, meter las manos en ese agua tan fría
traía consecuencias difíciles de olvidar.
Pero en esa época para sobrevivir
a las dificultades se salpicaban con pequeños actos o gestos que endulzaban de
vez en cuando los sinsabores.
El camino que lleva a valhondo
tiene dibujadas las huellas de un grupo de jóvenes que bajo la responsabilidad
de Micaela, bastante más mayor que el resto, se dirigían arreando los burros
cargados con la colada y demás utensilios.
El ir en grupo aliviaba la dureza
que les esperaba, esto en todos los tiempos ha sido igual… La ilusión de saber
que entre esborrón y esborrón a la ropa,
hacer fuego y calentar agua para aliviar el frío de las manos, también algún
chiste o historia en forma de chisme amenizaba la faena y, ¡Ay!… Pero también
podían soñar… Muy cerca de donde habían
de lavar la colada está la finca de Villa Nueva y, allí guapos jóvenes desempeñaban
sus trabajos alrededor de la ganadería brava, en ocasiones tenían la suerte de coincidir con
algún tentadero o capea, con esta escusa una vez habían dado la primera
enjabonada a la ropa y mientras la extendían sobre la hierba para que el sol blanqueara y ayudara a quitar las manchas
difíciles, además de convencer a la responsable Micaela que se quedara
guardando la ropa, ellas ponían rumbo a la plaza campo a través.
El ir y volver
a campo abierto no estaba exento de peligros, en ocasiones algún morlaco no
estaba en el sitio adecuado, ¿o eran ellas las que no lo estaban? La cuestión
es que, más de una vez tuvieron que estar un buen rato al abrigo de un carrasco
hasta que el torito quisiera marcharse, mientras la sufrida Micaela viendo que caía
la tarde y a las jóvenes no le iba a dar tiempo a terminar la colada, empezaba
a recoger la ropa y darle el ultimo esborrón pues las madres no le iban a
perdonar semejante ligereza y, allí estaba ella, Micaela, para hacer más suave
la reprimenda.
Con pequeños actos como este y
muchas risas se podía ser feliz.
Aclaración: La palabra esborrar, no se si realmente existe, pero mi madre la utilizaba mucho en la acción de frotar muy fuerte la ropa al rato de haberle puesto jabón.