Pinchar en las imagenes para ver en detalle |
Especial reconocimiento a Quiteria, y recuerdo, a la isla de
Fuerteventura y lugar donde se desarrolló su niñez y las primeras experiencias
de vida.
Quiteria Picón Hernández, se crio en una de las islas más
bonitas del archipiélago canario, Fuerteventura, y posiblemente una de las más
duras para sobrevivir, en un tiempo donde el turismo todavía no había hecho
acto de presencia.
Su padre, un joven que después de pasar por la guerra, tuvo
que seguir haciendo la mili, pidió
destino en ese rincón del mundo, pensando que sus ideas políticas estarían más
a salvo que en cualquier otro punto de
España.
Y allí al norte de la isla, en el municipio de la Oliva, en la
misma casa de la Marquesa o los Coroneles, ocupada en ese momento por los
militares, Diego Picón, cumplió el
servicio militar. Tiempo suficiente para conocer a Carmen Hernández, la joven
majorera con la que formó una familia.
La Casa de la Marquesa |
Los padres de Carmen, Francisco Hernández y María Suarez,
vivían, en las casas de la Rosa, ubicada entre la Casa de la marquesa y a la vera de
la montaña, el Frontón, como medianeros
en las tierras, de la Marquesa de la Quinta Roja, la última que ocupó la mansión
hasta pasar a manos estatales. Ellos
forman parte de la historia viva de esta casa, convertida hoy en patrimonio
nacional.
al fondo, "la Casa Rosa" |
El Rincon de la Cochina |
El calado Majorero es muy bien mirado, en unas islas donde ésta
artesanía era en tiempos, complemento económico en todas las familias, donde
hubiera mujeres suficientes, para cumplir con todas las tareas de la casa y en
el tiempo libre que les quedaba, lo dedicaban al bordado. Se realizaba en el ámbito familiar
para las tiendas o negocios encargados para su distribución.
Pequeños y grandes telares eran la estampa de las mujeres
calando a la puerta, un recuerdo imborrable de Quiteria, que desde muy pequeña
quería emular. Y así entre juegos y faenas caseras, siempre quedaba un momento
para intentar hacer lo que veía a sus mayores, sobre todo a su tía Regina, una
mujer, entonces, joven que atraía a las niñas hacia este oficio convertido en
arte con manos laboriosas y expertas.
Quiteria Picón Hernandez |
Lo que seguramente entonces no sabían, es que además estaban
contribuyendo a darle categoría de artesanía a un oficio, que el tiempo ha
sabido valorar como se merece, a pesar de que ya, no cumpla de manera general,
de complemento económico.
Hoy se vuelve a calar con el primor y exigencia que uno mismo
se impone porque la mayoría de los bordados, a diferencia de entonces, se
quedan en casa. Se borda por placer y como en todas las cosas, se mejora y
sigue habiendo mujeres, que han dedicado tiempo a recuperar modelos de calados
antiguos, para ponerlos en valor y que no se olviden.
Quiteria Picón, cala
como los ángeles, la destreza con la que
borda es el resultado de muchos años sin
dejar de calar, porque lleva en la sangre la necesidad y costumbre de algo que
forma parte de su vida. Su interés por aprender fue desde muy pequeña. No
siempre su tía Regina, podía prestarle la atención que ella quería, y cuando no
era así, ella misma se aventuraba, con retales de tela que encontraba, a
haciendo su propio bastidor, pequeñito, con la parte dura de las hojas de las
palmeras. Era un juego para ella.
Viges, hace años, cuando aprendia a calar. |
Y estos dos últimos meses, aprovechando el buen hacer de esta
caladora, Viges marcó unas cortinas, que para Quiteria, ha sido como coser y
cantar, (nunca mejor dicho) y el resultado es el que se ve…un trabajo
impecable, difícil de superar.
Super bonito siempre me gusta ver vuestras labores impecables y pulcras perfectas
ResponderEliminarSuper bonito siempre me gusta ver vuestras labores impecables y pulcras perfectas
ResponderEliminarMadre mia que joyas más preciosas. Me ha encantado vuestra entrada.
ResponderEliminarUn beso
Amei vir aqui e conhecer o seu blog lindo e inspirador, já fiquei por aqui!!!Achei maravilhoso!!!
ResponderEliminarVisite-me:http://algodaotaodoce.blogspot.com.br/
Siga-me e pegue o meu selinho!!!
Obrigada.
Beijos Marie.
Hermoso artículo, Me ha encantado leerlo. La cortina es una belleza!!
ResponderEliminarUna entrada preciosa y entrañable!! Este es un trabajo delicado y muy bonito. Yo también tuve una gran maestra de calado en los años que viví en Tenerife, Tini, natural del norte de la Isla, de Los Realejos, y que tambien desde niña llwvaba calando. Tini ya no está entre nosotras pero siempre que veo mis trabajos de calado la tengo presente. Besitos
ResponderEliminarMe conmovió la nota sobre Quiteria Picón Hernández, excelente la descripción del lugar
ResponderEliminary el clima de la isla Fuerteventura de las Canarias en años anteriores, en ese entorno rural y de trabajo donde Quiteria pa-
só su niñez y parte de su juventud. Aprendiendo desde pequeña el bordado calado, que hoy en día representa esa maravilla
artesanal de la cultura de la isla, imaginando que con sus hábiles manos también bordaba sueños y sentimientos.
Mi admiración para Quiteria. Un saludo cordial,
Etelvina Antonini